De los trajes elegantes y edificios de mármol a la informalidad de las bermudas en coworkings con sillones puff. La banca, como un tío que quiere seguir pareciendo joven, se ha cambiado el traje por una remera con el logo de una fintech. Pero la pregunta del millón es: ¿esto es una revolución o solo una forma de ser “cancheros” mientras se dejan de lado cuestiones fundamentales?
Antes, los banqueros eran figuras solemnes, símbolos de estabilidad, escondidos tras escritorios de caoba en edificios que parecían fortalezas. Hoy, los mismos bancos han cambiado de piel, disfrazando su burocracia con interfaces modernas y un lenguaje amigable. Pero, entre la historia y la modernidad, hay algo que no cambia: el dinero sigue fluyendo bajo reglas que, que cuando conviene, algunos deciden ignorar.
Para entender cómo llegamos hasta aca, hay que recordar que la banca nació en plazas públicas, donde prestamistas y comerciantes cerraban tratos en base a la confianza personal. Claro, eso era antes de que las crisis, las guerras y los fraudes forzaran la creación de regulaciones. Y suena a ironía, pero esas mismas reglas que garantizan la seguridad del sistema son, para algunas fintech, una mera “recomendación”.
Porque, claro, cumplir regulaciones es antiguo. Las nuevas fintech, con su aire disruptivo, nos quieren convencer de que las reglas están hechas para la gente sin imaginación. La narrativa es simple: “No escales el Everest, proyectate que llegaste que es lo mismo”. Total, la regulación es opcional, ¿no? Hasta que las cosas salen mal, y el usuario promedio descubre que su dinero estaba más protegido en un banco del siglo XIX que en la app con la que pagaba su café.
La historia de la banca es un ciclo de evolución y crisis. Con la Revolución Industrial, los bancos crecieron para sostener economías en expansión, adoptando nuevas tecnologías, desde el telégrafo hasta la banca digital. Cada crisis, desde la Gran Depresión hasta la crisis del 2008, trajo más regulación, porque cuando el sistema se tambalea, el sistema interviene para evitar el colapso total.
En la era de la fintech, algunos quieren volver a los tiempos en los que la confianza era solo un acuerdo entre partes, todo descentralizado. Eso suena genial hasta que te das cuenta de que las “bermudas y la flexibilidad” no pagan cuando las cosas salen mal. La regulación no es un capricho, es la estructura que permite que un sistema financiero crezca sin desplomarse. Creer que se puede escalar sin reglas es lo que llevó a fraudes multimillonarios y colapsos de startups que, con toda su “disrupción”, terminaron demostrando que no eran más que castillos de naipes.
Entonces, ¿realmente estamos viendo una revolución en la banca o solo un cambio estético para seguir captando clientes? La verdadera disrupción no está en ignorar las reglas, sino en integrarlas con eficiencia. Porque al final, las luces LED y los espacios abiertos no significan nada si detrás no hay una estructura sólida. Y sí, la banca debe evolucionar, pero si queremos estabilidad a largo plazo, más vale que esa evolución no se base en simples estrategias de marketing, sino en soluciones reales y seguras.
David Duek es CEO de Eluter, donde lidera la optimización de pagos internacionales para empresas de Latinoamérica. Apasionado por la tecnología y las finanzas, se enfoca en crear soluciones innovadoras que transformen las operaciones financieras. Cree en el poder de la colaboración estratégica y está siempre abierto a nuevas oportunidades para generar impacto en la industria.